Naturalismos Moderados y Exacerbados

Podemos identificar dos tipos de naturalismos en filosofía: Un naturalismo exacerbado y otro moderado. La primera noción de naturalismo la encontramos, por ejemplo, en el volumen editado por Steven Wagner y Richard Warner, Naturalism, A Critical Appraisal (1993). En su introducción, los editores escriben:

We take naturalism to be the view that only natural science deserves full and unqualified credence. (Wagner y Warner 1993, 1. Énfasis mío)
Es también esta noción de naturalismo la que aparece en The Oxford Companion to Philosophy (1995), editado por Ted Honderich, donde naturalismo se define como

. . . the view that everything is natural, i.e. that everything there is belongs to the world of nature, and so can be studied by the methods appropriate for studying that world. (Honderich 1995, 604)
Este naturalismo exacerbado se distingue por cuatro tesis radicales:
  1. Naturalismo (Ontológico): Todo es natural. No existen objetos ni sucesos fuera del ámbito de la naturaleza. Si, además, identificamos a la naturaleza con el espacio de las causas, el materialismo se convierte en un nominalismo que rechaza la existencia de objetos abstractos (no-causales). Otros putativos tipos ontológicos que suelen ser blancos del afán naturalizador son los objetos mentales, sociales y sobre naturales.
  2. Positivismo o Cientismo
  3.  (Naturalismo Epistemológico): Las teorías de las ciencias naturales (definitivamente la física y, tal vez, la química y la biología)
  4.  contienen nuestra mejor (o única) descripción del mundo natural.
  5. Empirismo Extremo (Naturalismo Metodológico/Semántico): Los métodos de las ciencias naturales son los mejores (o los únicos) métodos confiables de conocimiento y representación de la naturaleza. Comúnmente ésta tesis se interpreta como implicando la imposibilida del conocimiento a priori.
  6. Anti-revisionismo (Naturalismo Filosófico): La tarea de la filosofía no debe ser el recomendar revisiones o correcciones a las prácticas o teorías científicas.
La tesis (1), por supuesto, es demasiado vaga y solo adquiere sustancia en compañía de (2) o (3). Después de todo, qué sea un objeto o suceso natural depende, en última instancia, en lo que la ciencia natural nos diga al respecto (De Caro y Macarthur 2004). Igualmente, la tesis (4) se sigue directamente de (2) y (3) bajo el supuesto de que la filosofía misma no es un de las ciencias naturales.
 En cierto sentido, por lo tanto, la tesis anti-revisionista podría formularse de manera más precisa en la forma de un dilema: o bien la filosofía se reduce a (es decir, se transforma en las teorías y métodos de) la ciencia natural, o bien no puede recomendar revisiones o correcciones a las prácticas o teorías científicas de manera legítima.
De esta manera, podemos concebir a las tesis (2) y (3) como las tesis fundamentales del naturalismo, y a (1) y (4) como tesis derivadas. El naturalismo exacerbado es, pues, una combinación de positivismo y empirismo extremo. No es de sorprender, por lo tanto, que el naturalismo moderado se defina por suavizar las tesis fundamentales (2) y (3) de la siguiente manera:
  1. La Ciencia como Paradigma de Conocimiento (Naturalismo Epistemológico Moderado): Las teorías de las ciencias naturales son nuestro paradigma de conocimiento científico objetivo del mundo.
  2. El Método Científico como Paradigma (Naturalismo Metodológico Moderado): Los métodos de las ciencias naturales son nuestro paradigma de método confiables de conocimiento del mundo.
En otras palabras, el naturalismo moderado se caracteriza por compartir con el naturalismo exacerbado las tesis de que (1) todo lo real es natural y que (4) la filosofía debe abstenerse de recomendar revisiones y enmiendas a la ciencia. Sin embargo, difiere de la vertiente exacerbada en rechazar la idea de que las teorías y métodos de la ciencia natural son los únicos cuerpos y métodos de conocimiento objetivo sobre la realidad. Lo que sí sostienen, sin embargo, es que sí son los únicos cuya confiabilidad y objetividad es indudable. Mientras que la ciencia natural no necesita ya demostrar su valor epistémico, el resto de nuestras disciplinas y prácticas epistémicas  aun no han alcanzado  tal nivel de privilegio. Por lo tanto, demandan de toda epistemología que respete, por lo menos, el carácter paradigmático de la ciencia natural. En la sección “¿Hay Conocimiento Matemático?”, más adelante, veremos en más detalle las consecuencias de suavizar las tesis (2) y (3) del naturalismo. Por el momento, basta señalar que, así entendidas, (5) y (6) serían consistentes con la posibilidad de un conocimiento objetivo de la realidad que no pertenezca ni a las teorías de la ciencia natural, ni se apegue de manera estricta a los métodos de estas mismas ciencias. Tan solo exigen que cualquier conocimiento que se pretenda objetivo se integre al de la ciencia o se obtenga por métodos por lo menos tan confiables como los de la ciencia natural. (Warner y Winger, 2003, 12) Una vez abiertas las puertas a la posibilidad de otro conocimiento más allá del de la ciencia natural, la ontología también puede enriquecerse más allá de los objetos de la ciencia natural. A nivel ontológico, los naturalistas moderados aceptan como real no sólo aquellos objetos y sucesos de los que directamente trata la ciencia, sino también de aquellos cuyo estudio forma parte de nuestro conocimiento objetivo en apego con (5) y (6) (es decir, no sólo el de la ciencia natural, sino de todo conocimiento que se integre al conocimiento científico o cuya metodología sea por lo menos tan confiable como la de la ciencia natural).
En consecuencia, podemos decir que mientras que el naturalismo exacerbado es un tipo de reduccionismo, el naturalismo moderado es un tipo de integracionismo. Efectivamente, el Naturalismo Extremo trata de (1) reducir todo lo existente y real a lo natural, (2) todo conocimiento a la ciencia natural y (3) todo método de conocimiento  al de las ciencias naturales. En contraste, el naturalismo moderado trata integrar nuestra visión filosófica de lo que es la realidad y el conocimiento que tenemos de ella a nuestro conocimiento científico.
Por supuesto, el que una posición sea reduccionista no es automáticamente un punto en su contra. Es necesario evaluar también si la base de la reducción es demasiado reducida (Wagner & Warner 2003, 4), es decir, si se pierde demasiado en la reducción. Por supuesto, qué signifique que algo sea demasiado estrecho’ o que lo que se pierda sea demasiado es una pregunta que no se puede hacer en el aire, sino que necesita evaluarse en función del objetivo de dicha reducción. Es aquí dónde el naturalismo es poco explícito. Leyendo la amplia literatura naturalista es difícil encontrar una formulación clara, no de sus metas (la naturalización de todo conocimiento), sino su objetivo. ¿Para qué naturalizar? Tan solo cuando sepamos lo que podemos ganar al naturalizar todo conocimiento (especialmente el filosófico y el matemático) es que podemos determinar si la base de dicha naturalización es demasiado estrecha o si efectivamente se pierde demasiado en dicha reducción.
A lo más, lo que nos ofrece el naturalismo es una motivación. En este respecto, Wagner y Warner 92003, 10-11) han ofrecido un análisis crítico sucinto pero efectivo:

Having argued that scientific objectivity is real, the naturalist will go on to propose that it is plainly a virtue of inquiry. Scientific discourse appears as an improvement on the confusion and cross purposes of other disciplines. Now add to this the demonstrated ability of science to correct opinions originated elsewhere – say, from philosophy or common sense. Then it becomes clear why one might elevate scientific rationality above other forms; why one might hope for an eventual scientific adjudication of all significant questions. This is the fundamental appeal of naturalism: an endorsement of epistemic order and progress. (Wagner y Warner, 2003, 10)

En otras palabras, la ciencia ha sido tan efectiva en producir conocimiento objetivo, que parece deseable el que todo nuestro conocimiento tuviera el mismo carácter objetivo. Sin embargo, como los mismos Wagner y Warner señalan, el indudable valor de la objetividad no basta para justificar un naturalismo. Como hemos señalado, el naturalismo contiene en su definición misma una cláusula exclusionaria. No solo afirma que el conocimiento científico es objetivo, sino que sólo el conocimiento científico merece ser reconocido como objetivo.

       Sin embargo, es difícil argumentar por un monopolio de la objetividad del lado de la ciencia natural. Parece prima facie cierto que ya contamos con conocimiento objetivo fuera de las ciencias naturales. En el caso de las matemáticas, esto es muy claro. Ya no estamos en ninguna “crisis de los fundamentos” que requiera de una nueva fundamentación del conocimiento matemático. Tal parece que el tipo de justificaciones que garantizan objetividad no se limitan a aquellas que operan en la ciencia natural. 


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